domingo, 11 de diciembre de 2016

Rendición

Está pasando el tiempo y casi ni me estoy dando cuenta. He gastado muchos años de mi vida buscando el elixir alquímico que me permitiera desentrañar los secretos del alma humana para poder liberarla del sufrimiento. Me he cruzado con sabios, pero no he querido escucharlos.  He lidiado miles de batallas, (las más cruentas contra mí misma), en un desorientado intento de cambiar lo que creí que no estaba bien. He intentado salvar a todos, cometiendo un crimen suicida por indigencia y auto-abandono. He caído y me he recompuesto. Varias veces. He acumulado kilos de conciencia. He realizado miles de cursos, talleres, lecturas, experiencias... Y ahora, en el recuento, me encuentro tan cansada como una anciana de miles de años, y sólo (o ya) voy a cumplir 44.
Hoy, mirando por la ventana de mi coche, he sentido ganas de cambiar la inercia. Realizo un movimiento en el tablero que me lleva hacia dentro, para descansar, para aprender a disfrutar de lo que hay, para restañar las heridas de tanta paranoia inútil, para salvarme de tener que hacer algo para ser. Porque ya SOY, ¡tremenda SER!.
Retomo este medio personal y absurdamente íntimo, para liberar a los héroes y heroínas que, como yo, andan intentando cambiar las cosas. Hace lustros que entendí que para que se opere el cambio tienes que cambiar tú primero. Pero no es algo que debas hacer, sino algo que debe ocurrir. Y siento que ese algo indefinido e intangible empieza por lanzarse al vacío. A cualquier vacío que encuentres.
Lo cual me llena de inquietud, porque hasta este momento, he intentado controlarlo todo, incluso a mi, incluso a ti, si eres tan osado como para estar en mi círculo.
Pero no quedan fuerzas ni ganas. ME RINDO. No puedo más. Hasta aquí llego. Me dejo caer del acantilado hacia el mar bravío de la existencia. Todo es lo que es. Y ya no creo en la lucha para convertirlo en otra cosa.
Ahora, necesito un universo amable que me recoja en sus brazos y me nutra con la savia de sus entrañas, que me acune en mis sueños, que me provea de mi necesidad y mis deseos, que me escuche si escribo, que me hable si callo.
Me rindo. Me rindo a la vida, al paso de las estaciones, a la esperada lluvia del sur, a las aves en su vuelo perfecto, a ti que me tocas la cara, a las vidas que contemplo, al frío y al sopor, a la avispa que aguijonea, a las corrientes marinas, me rindo.
Sólo espero que esta rendición sea el preludio de la Gracia que espero recibir, y que mi FE reluzca plena cuando vaya a dar el último paso en tierra firme, antes de desplegar mis alas