domingo, 4 de marzo de 2018

Una Acción Tutorial cualquiera


Me gustaría recuperar la costumbre de escribir. Es un vehículo único para dar cabida a las ilusiones inconclusas, a los deseos postergados, a las búsquedas interminables como en las que me veo inmersa constantemente. Son un vicio.  Y como esto parece no tener un final concreto -lo cual es bueno porque significa que tengo la esperanza de vivir muchos años más-, necesito este espacio para ser y transmitir cuando sienta que lo que soy merece la pena.


Hoy me parece más que divago. Pero pese a la aparente complejidad de esta introducción, creo, - y siento- que tiendo a lo sencillo. Mi compañera y amiga Mª Dolores S. K., que tiene la manía de escucharme cuando hablo, me devuelve mis argumentos con mucho más acierto y cordura  que muestran cuando salen de mi boca. Ella me dice que soy compleja, y yo abro mis ojos marinos rindiéndome a la evidencia. Es cuando recompongo y busco la forma más rápida de unir dos puntos: la línea recta. Entonces me doy cuenta, lo mío acaba siendo sencillo.
Cuando por fin logro expresar algo con sentido y fundamento, nos reímos agradecidas, ella por las locuras luminosas que genero casi sobre la marcha, y yo de la inteligencia madura y firme con la que ella me sostiene y me recoloca en mi vida. Y así termina la hora en la que íbamos a preparar materiales sin haber escrito una sola idea. Nos vamos a casa dejando para algún improbable “luego” las actividades de la Acción Tutorial.

A ninguna nos pesa, pues sabemos que esa Acción Tutorial que llevamos construyendo tres años es fruto de dos árboles mágicos que necesitan respirarse y darse sombra mutuamente. Esos árboles somos ella y yo.

Mª Dolores lleva 4 años en mi centro, así que sólo precisamos de uno para encontrarnos en toda nuestra humanidad, docentes perdidas, ebrias de tantos valores humanos y crecimiento personal. Nuestros alumnos saben que somos de un bosque diferente. Quizá deberíamos regentar otro tipo de negocio, aunque siento que daría lo mismo pues nos sentiríamos igualmente de otro planeta, ni mejores ni peores, pero sí con las raíces en un lugar más incómodo que el resto.  

El caso es que, en este paradójico ambiente, buscando la sencillez educativa en la profundidad más compleja de nuestras propias almas, estamos creando un camino para el alma adolescente al que hemos llamado “Constructores del Mundo” Se trata de un acercamiento al alumnado que nos encanta, así, a bocajarro hacia su pequeña existencia repleta de dramas aparentemente irresolutos.
Y los alumnos lo aceptan todo, demostrándose ávidos de esos buceos trastornados a los que los sometemos. Se revuelven, incomodan, cachondean, abaten, pero siempre, ¡siempre! emergen ilusionados, más grandes, más sabios y más humanos.

Faltan algunas semanas para que los padres y madres vuelvan con nosotras a las aulas. Las experiencias del curso pasado fueron fantásticas, y ya andan ellos esperando el día con ganas. Buscan también la sombra fresca que los anime en la difícil tarea de educar. Vienen arremangados a trabajar, dispuestos a todo, incluso a sorprenderse consigo mismos si hace falta. Son padres y madres valientes quienes nos apoyan.

En fin, se trata de un proyecto que va componiéndose a medida que los alumnos van cumpliendo años. Creo que tendrá un buen fin, el cual, como siempre ocurre en Educación, no veremos nosotras. Lo que sí que vemos es que creemos con todo el corazón en lo que hacemos, y esa es nuestra energía, la cual tiene la vocación de contagiarse.

Muchas gracias a todos los compañeros, directivos y de a pie, que nos apoyan y ayudan, también a los que nos aguantan con estoicismo. Todos nos respetan. Nos sentimos agradecidas de estar en un entorno en el que se nos permite desarrollar lo que somos: unas buscadoras de la excelencia educativa, donde el alumno en todo su SER es el protagonista.

 Lo que te digo, docentes perdidas.

¡Gracias, Mª Dolores, compañera!



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