Me gustaría recuperar la
costumbre de escribir. Es un vehículo único para dar cabida a las ilusiones
inconclusas, a los deseos postergados, a las búsquedas interminables como en las
que me veo inmersa constantemente. Son un vicio. Y como esto parece no tener un final concreto -lo
cual es bueno porque significa que tengo la esperanza de vivir muchos años
más-, necesito este espacio para ser y transmitir cuando sienta que lo que soy
merece la pena.
Hoy me parece más que divago. Pero
pese a la aparente complejidad de esta introducción, creo, - y siento- que
tiendo a lo sencillo. Mi compañera y amiga Mª Dolores S. K., que tiene la manía
de escucharme cuando hablo, me devuelve mis argumentos con mucho más acierto y cordura
que muestran cuando salen de mi boca.
Ella me dice que soy compleja, y yo abro mis ojos marinos rindiéndome a la
evidencia. Es cuando recompongo y busco la forma más rápida de unir dos puntos:
la línea recta. Entonces me doy cuenta, lo mío acaba siendo sencillo.
Cuando por fin logro expresar
algo con sentido y fundamento, nos reímos agradecidas, ella por las locuras luminosas
que genero casi sobre la marcha, y yo de la inteligencia madura y firme con la
que ella me sostiene y me recoloca en mi vida. Y así termina la hora en la que
íbamos a preparar materiales sin haber escrito una sola idea. Nos vamos a casa
dejando para algún improbable “luego” las actividades de la Acción Tutorial.
A ninguna nos pesa, pues sabemos
que esa Acción Tutorial que llevamos construyendo tres años es fruto de dos
árboles mágicos que necesitan respirarse y darse sombra mutuamente. Esos
árboles somos ella y yo.
Mª Dolores lleva 4 años en mi
centro, así que sólo precisamos de uno para encontrarnos en toda nuestra
humanidad, docentes perdidas, ebrias de tantos valores humanos y crecimiento
personal. Nuestros alumnos saben que somos de un bosque diferente. Quizá
deberíamos regentar otro tipo de negocio, aunque siento que daría lo mismo pues
nos sentiríamos igualmente de otro planeta, ni mejores ni peores, pero sí con
las raíces en un lugar más incómodo que el resto.
El caso es que, en este paradójico
ambiente, buscando la sencillez educativa en la profundidad más compleja de nuestras
propias almas, estamos creando un camino para el alma adolescente al que hemos
llamado “Constructores del Mundo” Se trata de un acercamiento al alumnado que
nos encanta, así, a bocajarro hacia su pequeña existencia repleta de dramas
aparentemente irresolutos.
Y los alumnos lo aceptan todo, demostrándose
ávidos de esos buceos trastornados a los que los sometemos. Se revuelven,
incomodan, cachondean, abaten, pero siempre, ¡siempre! emergen ilusionados, más
grandes, más sabios y más humanos.
Faltan algunas semanas para que
los padres y madres vuelvan con nosotras a las aulas. Las experiencias del
curso pasado fueron fantásticas, y ya andan ellos esperando el día con ganas. Buscan
también la sombra fresca que los anime en la difícil tarea de educar. Vienen arremangados
a trabajar, dispuestos a todo, incluso a sorprenderse consigo mismos si hace
falta. Son padres y madres valientes quienes nos apoyan.
En fin, se trata de un proyecto
que va componiéndose a medida que los alumnos van cumpliendo años. Creo que
tendrá un buen fin, el cual, como siempre ocurre en Educación, no veremos
nosotras. Lo que sí que vemos es que creemos con todo el corazón en lo que
hacemos, y esa es nuestra energía, la cual tiene la vocación de contagiarse.
Muchas gracias a todos los
compañeros, directivos y de a pie, que nos apoyan y ayudan, también a los que nos aguantan
con estoicismo. Todos nos respetan. Nos sentimos agradecidas de estar en un
entorno en el que se nos permite desarrollar lo que somos: unas buscadoras de
la excelencia educativa, donde el alumno en todo su SER es el protagonista.
Lo que te digo, docentes perdidas.
¡Gracias, Mª Dolores, compañera!
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